¡He vuelto!

He dejado por la paz lo anterior, incluido el fanfiction, me he dado cuenta que se ha escrito demasiado al respecto, y que no es nada original. Así que a ver qué sale de este blog.

viernes, 27 de julio de 2007

Un querido amigo


Mi blog ha estado de luto desde hace ya unos meses. Primero dejé de escribir porque no tenía bastante tiempo, porque había personas que me absorbían por completo, con las que siempre quería platicar, con las que quería estar… y me sentía tan bien que no necesitaba escribir, porque escribir siempre ha sido una de las formas de sacar mis demonios interiores.

No es que ya no los tuviera, sino que se saciaron, aprendí que a esas voces que me murmuran incoherencias no debo tratar de alejarlas, sino que debo saber convivir con ellas. Cuando acepté eso fui feliz, y no necesitaba que nadie lo supiera, no necesitaba que me escucharan, ni que me leyeran… pero eso ya pasó.

“Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa, a la perdición de los bares de copas, a las cenicientas de saldo y esquina, y por esas ventas del fino Laína, pagando las cuentas de gente sin alma que pierde la calma por la cocaína.”

Mi estabilidad mental se fue a la mierda. ¿Por qué? Por que perdí a uno de mis mejores amigos, alguien a quien de verdad podía llamar amigo, alguien importante para mí, alguien a quien quería, y, estoy segura, alguien que me quería a mí.

Su nombre: Jacob Nathán. Lo conocí en una de las clases de la facultad en que me metí como profesora adjunta para sacar mi servicio social. Me llamó la atención, porque, de los 58 alumnos que tenía, era el único con material rescatable en sus trabajos. Yo lo hacía sufrir, le pedía, una y otra vez, que repitiera los ensayos, le exigía superarse porque sabía que él podía.

Después, ya que nos hicimos amigos, él me dijo que me odiaba en ese entonces. No entendía por qué le exigía tanto, después lo entendió.

Al final del semestre, después de muchos disgustos de su parte, entregó su trabajo final. Como él se había peleado con su equipo me pidió que lo ayudara ante le maestro. Yo hice todo lo que pude por él, pero de todos modos se sacó un 7. El maestro nunca tomó en cuenta lo que yo califiqué y ese odio mutuo por el pendejo del maestro nos unió.

Un día él entró al Messenger, y, como siempre, no me saludó. Yo le dije, ofendida, que sólo me hablaba cuando me necesitaba para algo, y, bueno, ustedes saben que de ese tipo de peleas surgen grandes amistades.

Platicábamos mucho por el Messenger. Cuando regresamos de vacaciones él me pidió consejo acerca de los nuevos profesores. Yo le di todos los consejos que pude y él entró en una clase en la que yo iba a estar como adjunta. “Una maestra barco y yo como adjunta ¿Qué más puedes pedir?” le dije había dicho.

Y bueno, todo ese tiempo lo pasamos muy bien. Descubrí que nos parecíamos mucho, que era una persona verdaderamente encantadora cuando quería y con quién quería, que en verdad me estimaba y seguía mis consejos, aunque repelaba primero, como cuando lo tuve que convencer que su futuro estaba en periodismo, no en comunicación organizacional.

El nick que usaba en internet era Elefante lisérgico. Un día yo le pregunté, al final de una de nuestras conversaciones, “oye, ¿por qué elefante lisérgico? ¿Por el LSD?” Y él me dijo: “¡Nadie lo había entendido! Luego me dices por qué lo del elefante.” En ese mismo momento le contesté: “Obvio, por los elefantes rosas.” “¡Estamos conectados!”-me dijo.

Claro que estábamos conectados, aunque a veces de formas extrañas. Él adoraba a Queen, yo a Janis Joplin; él a Sabina, yo a Serrat… pero estos pequeños detalles no importaban mucho. Lo que realmente importa es que amábamos, los dos, leer, escribir, oír música, tomar, echar desmadre. Odiábamos las cosas estúpidas y cursis (en su mayoría). Podíamos discutir de muchos autores, nos encantaba el dominó y el pool… no se puede describir en realidad todo lo que importaba, hay afecto que no tiene por qué ponerse en palabras.

Yo pocas veces lo llamé por su nombre. Algunos le decían Nathán, otros, Jacob. Un día le pregunté: “¿Cómo prefieres que te diga, Jacob o Nathán?” y él me dijo: “Dime Guapo”. Yo me reí, y él alegó “¡Oh! si no me echo flores yo, ¿quién?”. Al final acepté decirle Joaquín. ¿Por qué Joaquín? Por Joaquín Sabina. Él me puso a mí un apodo extremadamente largo, Janis (fue mi idea) Lisa junior (fue suya) Ibargüengoitia. Esa fue otra de las cosas que nos unió, Jorge Ibargüengoitia, los dos amábamos sus libros.

Y bueno, no puedo ni tratar de contarles las historias que pasamos, las noches enteras chateando, discutiendo, jugando dominó en Yahoo. Lo cierto es que él murió, junto con su novia, la madrugada del 13 de mayo, en un accidente de coche y aún no puedo reponerme. Hasta ahorita tomé valor para poder escribir sobre él, lo extraño mucho. Él era de los que me absorbían, junto con mi novio y algunos amigos. Mi querido y amado Carlos, mi novio, me ha apoyado muchísimo, pero aún no puedo dormir bien si no está él conmigo, y no puede estar, lógicamente, pegado a mí, así que tengo recaídas, estoy deprimida… pero escribir esto ha sido un gran paso, creo que estoy afrontándolo poco a poco. Voy a seguir escribiendo y lo voy a recordar, sé que poco a poco me irá doliendo menos.


Princesa Mestiza


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Princess, espero que poquito apoco superes este dolor.
Te acompañaremos desde aquí, y desde el otro lado del mundo.
No hay nada lindo que se me ocurra decir para esta situación. Fuerza!!!!!
Ojalá (en realidad estoy segura de que será así) salgas de esta experiencia con más sabiduría y amor a la vida.
Te extrañé mucho y me alegra que regresaras

Princesa Mestiza dijo...

Gracias Minerva, apoyo es lo que se necesita, no palabras!

Nos estamos viendo pronto!!